
La arena para gatos de mala calidad suele contener un exceso de polvo, que los gatos inhalan fácilmente y lo introducen en sus vías respiratorias al ir al baño. A largo plazo, puede causar asma o rinitis crónica, especialmente en gatitos y gatos mayores. Una vez que el polvo se adhiere al pelo y se lame hasta el tracto digestivo, también aumenta la carga sobre el estómago y los intestinos.
La arena para gatos con poca aglomeración dificulta la absorción de excrementos, y el olor residual no solo hace que los gatos rechacen el uso de la caja de arena, sino que también fomenta la proliferación de bacterias. Algunos gatos optan por defecar fuera de la caja de arena porque les desagrada el tacto húmedo y pegajoso de sus patas, lo que provoca problemas de higiene y conflictos entre personas y mascotas.
La arena para gatos con fragancias de baja calidad sobreestimula el agudo sentido del olfato del gato. Una vez que la feromona de excreción natural se ve enmascarada por el olor químico, puede interferir con el hábito del gato de establecer una sensación de seguridad mediante el marcaje, lo que provoca ansiedad, excavación frecuente de la arena e incluso comportamiento agresivo.
El uso prolongado de arena para gatos de baja calidad deteriorará gradualmente los hábitos de aseo del gato y, en casos graves, puede provocar enfermedades como infecciones del tracto urinario. Elegir una arena para gatos con bajo contenido de polvo, sin fragancia y de aglomeración estable es una muestra de respeto por las necesidades fisiológicas y los instintos evolutivos del gato.